domingo, 4 de noviembre de 2012

Atenas, 1667


"Guiado por quienes tienen fama de saber las leyendas de los griegos, el oficial recorre las calles topando a cada paso con columnas de mármol y con estatuas que figuran criaturas extrañas y admirables. Algunas de ellas sonríen dulcemente y otras paralizan a quienes las observan con terribles miradas; pero todas parece que están vivas, y cuesta creer que hayan sido hechas por la mano del hombre. 

Esa tarde, al declinar el sol, Çelebi ha subido al castillo y ha descubierto una ciudad que no cabe en su informe y que la premura de su paso no le permite asimilar. Ha admirado el elegante mirador de las doncellas, se ha recreado en las figuras de los guerreros desnudos que combaten a los hombres-caballo y ha preguntado por la causa del terrible derrumbe de las columnas de la escalinata de entrada. 

 (...) Al salir y asomarse a los muros, el sol ya estaba sobre el mar. Çelebi ha confesado entonces a sus acompañantes que, en todos sus viajes por los siete países del mundo, todo lo que ha visto es casi nada si se compara con las maravillas de Atenas, y que ningún viajero debe jactarse de conocer el mundo si no ha venido a visitar esta ciudad. Luego, bajando por la ladera, ha rogado a Alá que este antiquísimo lugar de oración mantenga hasta el fin de los tiempos su integridad y su belleza"

Pedro Olalla, Historia menor de Grecia.

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